EL ERRANTE

No recuerdo si el motivo fue huir del hombre, del terror, del hambre,
si fue mi ambición de conocimiento, poder o dinero,
si fue la triste realidad o solo una quimera.

Pero un día salí de mi querido pueblo,
dejando atrás lo que fui y anhelo,
mis amigos, calles, montañas y cielo.

Buscando en otras partes lo que he perdido,
la paz amada, la mirada dulce del vecino amigo,
la montaña verde que en silencio asiente,
sonriendo en la mañana con el sol ardiente,
los miles de tonos que nos sorprenden,
los surcos que esconden cascadas, quebradas y casas de bahareque.
Las callecitas andinas, que subiendo llevan a la iglesia llena
de feligreses fieles que con amor oran y con esperanza mueren.
La busca del niño, la cruz de mayo, san benito, el pesebre manifestaciones
lindas de un pasado alegre, de una cultura en peligro, que casi se muere.


Las playas abarrotadas de gente , pero la soledad se siente,
hacen falta las risas y el calor ardiente de un sol radiante y de cuerpos calientes,
las tangas luciendo en las bellas mujeres, la agua salada caliente,
la alegría contagiosa de gente generosa que comparte un saludo,
comida y aguardiente.

En los llanos se pierde la mirada a lo lejos,
viendo los pastos, las reses , el chiguire, la baba en los caños,
la garzas, el corocoro, el alcaraván , el gabán,
volando al escuchar los ruidos de los extraños.


Los tambores suenan llevando el compás, el cuatro caprichoso los acordes mezcla,
los cantos alegres se escuchan en el ambiente, los cuerpos se agitan al son del joropo,
el vals nos emociona al evocar a mi tierra, la gaita se enciende con el furro rugiente,
el tamunangue emociona y el polo margariteño estremece. Y no puedo evitar: “se me nubla la mente” cuando escucho el alma llanera, el pajarillo, Venezuela, “ yo soy así, que voy a ser”.



OMAR JOSÉ ENRIQUEZ BARAZARTE
7/11/2019

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